Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

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Entorno social y diferentes configuraciones familiares. P. González et al



ENTORNO SOCIAL Y DIFERENTES CONFIGURACIONES FAMILIARES
LOS MÁRGENES DE LA TERAPIA

Paloma González Díaz-Carralero


El trabajo que voy a presentar hoy desarrolla un aspecto concreto de la labor realizada con familias con recursos socioculturales y económicos limitados, que llevamos a cabo en la consulta de EEG (Espacio de Estudio sobre la Grupalidad), miembros todos nosotros de la APOP (Asociación de Psicoterapia Operativa Psicoanalítica).
Esa experiencia ha sido recientemente publicada en la revista de psicopatología del niño y del adolescente… a la cual les remito si están interesados en conocer el trabajo en su totalidad.
Voy a hacer aquí una breve descripción para situarles en el contexto, y a continuación desarrollaré los aspectos que llamaron especialmente mi atención sobre los márgenes de la terapia, y que no se desarrollaron en la publicación mencionada. Lo primero sería explicar: ¿A qué le llamo márgenes de la terapia? Con ello me quiero referir a lo que rodea el encuadre, a lo que queda en los límites, la llegada del paciente, su marcha, esos instantes en los que está dando comienzo el proceso terapéutico o esos instantes al final. Se cruzan unas palabras de cortesía, hay risas, preguntas…
He querido abordar este tema porque al igual que pasó en nuestro articulo, suele pasar a menudo. Apenas se habla de los límites del encuadre, de las dificultades que surgen y de cómo pensarlas y cómo resolverlas desde la teoría. Y que cuando uno se para a analizarlas, dan muchísima información, casi más que la propia terapia.
Empezaré describiendo al equipo: somos un equipo multidisciplinar de profesionales de la salud, psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas. Estamos orientados a la intervención en salud mental, en aquellas situaciones de urgencia generadas por las transformaciones que se están produciendo en nuestra sociedad (brotes de violencia, emigración, desarraigo…) y que también afectan lo individual (problemas de identidad, de discriminación…). Nuestra premisa básica es abrir nuevos espacios que permitan mejorar su comprensión e integración. Para ello aunamos la clínica y la investigación, como proponía José Bleger, del que tomamos el nombre para el equipo. Y abrimos espacios de trabajo grupal entendidos siempre con una doble vertiente: preventiva y curativa.
Nuestra concepción de trabajo es operativa, entendiendo al paciente como emergente de una situación grupal (familiar). Desde las nociones de Pichon-Rivière de vínculo y de la teoría de la enfermedad única, vemos al niño incluido en la familia, que es su grupo social primario. Y desde esa totalidad, lo que emergen son situaciones en las que el niño cumple con el rol de portavoz en las complejas tramas de esos vínculos.
Desde esta perspectiva hicimos una propuesta, oferta, a un Centro de Apoyo al Menor, para trabajar con los niños y sus familias, contener sus ansiedades, facilitar su discriminación y posibilitarles un desarrollo psíquico más autónomo y creativo.
De dicho Centro nos hicieron un pedido: contener emocionalmente a ocho familias en crisis, cada una por diferentes motivos (separación judicial de los padres, niña con posible abuso sexual…). Los familiares, cuando llegaron con sus niños a las entrevistas iniciales, plantearon las dificultades con los niños junto con las propias.
El trabajo se encuadró de la siguiente manera: se estructuraron dos grupos simultáneos de 1 hora de duración y una frecuencia semanal, uno para los niños y otro para los adultos. El grupo de niños fue coordinado por cuatro terapeutas, dos en función de coordinación y dos en función de observación. El grupo de adultos fue coordinado por dos terapeutas. La sala de los niños estaba alfombrada y disponía de material para pintar y algunos juguetes.
Además se contó con un terapeuta de pasillo, por así llamarle, que se encargaba de recibirles a su llegada, de asistirles durante la sesión en caso necesario y de acompañarles a la salida. También recogía todos aquellos pedidos que se producían entre sesión y sesión: llamadas telefónicas, solicitudes urgentes de informes…
¿Cómo era la llegada de estas familias a la consulta las primeras sesiones?
La llegada a la consulta discurría entre gritos, carreras, abrigos que volaban por los aires… dilatando la separación de sus mayores, que quedaban en una sala cercana a la puerta de entrada. Y de allí los niños debían recorrer un largo pasillo, en cuyo extremo se encontraba su sala.
¿Y qué ocurría durante las sesiones?
Durante las sesiones, los niños pedían a menudo ir al baño. Este se encontraba próximo a la consulta donde se reunía el grupo de adultos. A lo largo de la sesión, en la que surgían ansiedades, dificultades… aparecía la necesidad de salir al baño, de ir en busca de los suyos, o al menos llegar al lugar más cercano de ellos, y este lugar era el baño.
¿Qué sucedía al final de las primeras sesiones?
Al terminar el grupo, la irrupción de la realidad pasaba de nuevo por los gritos, la excitación, los abrazos, las carreras, los reencuentros. Pareciera que llevasen días sin verse. Se acercaban de nuevo a la sala de adultos y escenificaban lo sucedido en el grupo. Y así, si dos niñas habían pintado juntas en el grupo, salían abrazadas y no había forma de separarlas. O continuaban a gritos con los juegos que habían realizado en la sesión.
¿Cómo trabajamos todo este material, tan rico, y que efectivamente bordeaba la terapia y tocaba el encuadre?
Partimos de la hipótesis de que los niños eran los depositarios de las ansiedades familiares, que nos eran mostradas de esta forma teatralizada, en la relación con los otros y con su propio cuerpo (necesidad de hacer pis).
Creímos que era necesario partir de la comprensión de su pedido para poder llegar a la demanda latente. Así, el ir al baño no era ni un capricho ni una necesidad fisiológica, sino que se trataba de una necesidad emocional, de aliviar las ansiedades que surgían en el grupo, de reaseguramiento (se aproximaban a sus mayores para cerciorarse de que seguían reunidos en la sala). Y de la comprensión a la contención.
Desde este planteamiento:
1. Al inicio, decidimos tener preparada la sala de los niños 15-20 minutos antes de la sesión y que pudieran hacer uso de ella según iban llegando, hecho que solía producirse en forma de goteo. La puerta permanecía abierta hasta la hora de comienzo de la sesión. En ese tiempo estaban jugando, mientras uno de nosotros permanecía en la sala acompañándoles.
2. En el durante, el terapeuta de pasillo se encargaba del acompañamiento y la contención, los recogía en la puerta de la sala de grupo, los acompañaba hasta la puerta del baño y luego los traía de vuelta.
3. Las salidas las organizamos de forma gradual. Tras despedirse en el grupo, salían de dos en dos, recogían sus abrigos y en la puerta de la calle les esperaban sus familiares. Así hasta los ocho que eran.
Estas medidas, como se puede ver, bastante sencillas, les tranquilizaron mucho. Según se fueron sintiendo comprendidos y contenidos a lo largo de las sesiones, sus pedidos al baño fueron disminuyendo.
Entendimos que este tiempo de tránsito se había constituido como el primer paso a la mentalización. Siguiendo las áreas fenoménicas del desarrollo evolutivo que describe Pichon-Rivière, en estos niños predominaban la corporal y la relacional. Pero apenas sí habían desarrollado el área mental. Y esta experiencia les permitía un primer esbozo, que se desarrollaba en el reencuentro con sus seres queridos, fueron abandonando la teatralización y sustituyéndolo por el relato de lo acontecido. Bien es cierto que de una manera impetuosa, desbordante, como si fuese algo que de tan nuevo les quemaba y tenían que soltarlo inmediatamente, tan deprisa que no podían ni esperar a salir del consultorio.
Este lugar de tránsito, este tiempo de tránsito, de pasaje, fue bien cuidado y pensado por el equipo, tanto o más que los espacios terapéuticos propiamente dichos.
Como dice Armando Bauleo, en este lugar surgen ansiedades distintas, las de lo transitorio, nadie puede instalarse. Es lo que conocemos como corredores terapéuticos. Estas experiencias ya las había realizado él hace treinta años, con el psicólogo de la sala de espera, figura que permanecía en la sala de espera de las consultas y observaba a los pacientes y sus interacciones. Esas observaciones eran luego incorporadas al equipo, para seguir profundizando en las experiencias grupales.
A mi me hace pensar también en los fenómenos transicionales que describió Winnicott, cuando el bebé coge el trozo de tela y lo succiona, para consolarse de la ausencia de su mamá, pudiendo así separarse de ella. Sería esa zona intermedia entre la realidad interna o psíquica y la realidad externa, entre lo soñado y lo vivido. Ese lugar de fantasía, de consuelo, de descanso del individuo, dedicado a la perpetua tarea de mantener separadas y a la vez relacionadas la realidad interna y el exterior. Y que en estos niños no parecía poder cumplir su función. Si ese pasillo no era recorrido y si no oían a lo lejos la voz de sus mayores, tras la puerta, no podían estar tranquilos y trabajar en el grupo. Esa madre suficientemente buena que se hubiese adaptado inicialmente de forma activa a sus necesidades, y que después, conforme iban aumentando sus capacidades, les hubiesen ido desilusionando gradualmente. Todo ese proceso debió verse frustrado tempranamente en estos niños y nuestra labor consistió en recrear en la medida de lo posible esas condiciones para ellos.

Autores: Paloma González Díaz-Carralero
Armando Bauleo (supervisor científico); Alicia Monserrat (coordinadora del grupo de niños); César Galán (coordinador del grupo de adultos); Amalia Alarcón, Diana Goldzac; Diana Sastre; Belén Arambilet, Rosi Pérez.

Bibliografía
1. Bauleo, A: “Notas de psicología y psiquiatría social” Ed. Atuel S.A.
2. Bleger, J: “Temas de psicología (entrevista y grupos)”. Ed. Nueva Visión.
3. Bleger, J: “Simbiosis y ambigüedad”. Ed. Paidós.
4. Pichon-Rivière: “El proceso grupal. Del psicoanálisis a la psicología social (I)”. Ed. Nueva Visión.
5. Winnicott, D.W.: “Realidad y juego”. Ed Gedisa.


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